Tras la caída del imperio romano, fueron desapareciendo diversas artes que se habían desarrollado de forma espléndida en las antiguas civilizaciones: Egipto, Grecia, etc. Ese momento dio paso a un nuevo período histórico y artístico denominado Edad Media (siglos V-XIV).
Parte de la música estaba vinculada a la religión: los monasterios eran centros de cultura y saber.
La expresión musical que predominaba era el canto gregoriano, interpretado por el clero: el coro de monjes cantaba la misma melodía a capela, es decir, sin acompañamiento instrumental.
En el siglo VIII, la llegada de los pueblos árabes a la península trajo una gran aportación: la música andalusí.
En los alcázares de príncipes y gobernantes, la música amenizaba las zambras (veladas nocturnas) y las fiestas.
Durante la Edad Media comenzó la notación musical. Hasta entonces, la música se transmitía de forma oral, no se escribía.
El monje benedictino Guido D'Arezzo dio nombre a los sonidos de la escala en el siglo XI. Lo hizo a partir de las iniciales de los versos de un himno a San Juan Bautista.
La primera nota UT se cambiaría más tarde por DO.
Alfonso X el Sabio, rey de Castilla y León, fue un gran impulsor de la música. Fue artífice de la mejor colección de música cortesana del siglo XIII: las Cantigas de Santa María. Se componen de cuatro libros con más de 400 cantigas (canciones) dedicadas a la Virgen y sus milagros.