Esta vibración genera unas ondas que se transmiten
generalmente por el aire y que, si llegan con la suficiente fuerza
hasta nuestro oído, chocan contra el tímpano. Después de recorrer
el resto del aparato auditivo se transforman en impulsos nerviosos
que llegan al cerebro para producir la sensación de audición.
El sonido también puede viajar a través del agua, o de una
tubería de metal, o de una pared, o de cualquier otro medio, ya sea
sólido, líquido o gaseoso. En cambio, el sonido no se propaga en el
vacío ya que no hay moléculas que lo puedan transmitir.
Cuanto más denso es el medio por el que se transmite el sonido, más rápido lo hace. Así el sonido viaja unas 15 veces más rápido a través de una tubería de metal o una vía de tren (unos 5000 m/s) que por el aire (unos 343 m/s).