Biografía de Beethoven
Ludwig van Beethoven nació en Bonn (Alemania) en 1770, y murió en Viena (Austria), a los 56 años. Fue un famosísimo compositor, director de orquesta y pianista. Es uno de los compositores más importantes de la historia de la música y su legado ha influido de forma decisiva en la música posterior.
El padre de Beethoven quería que su hijo fuese un niño prodigio como Mozart, por lo que comenzó a enseñarle piano, órgano y clarinete desde muy pequeñito. Sin embargo, tanto estudio musical limitó el desarrollo afectivo del joven, que apenas se relacionaba con otros niños. En mitad de la noche, Ludwig era sacado de la cama para que tocara el piano a los amigos de su padre, a quienes éste quería impresionar, lo que causaba que estuviera cansado en la escuela. Además, era habitual que faltara al colegio y se quedara en casa para practicar música. La vida familiar de Beethoven fue muy dura, ya que su padre abusaba del alcohol, y su madre, a la que consideraba su mejor amiga, estuvo siempre muy enferma hasta que murió cuando él tenía 17 años. Todo esto influyó, sin duda, en el fuerte e irascible carácter que tuvo de adulto.
A la edad de siete años Beethoven realizó su primera actuación en público. Para reforzar la idea de que era un niño prodigio, su padre mintió y dijo que tenía seis años, pero aún así Beethoven no causó la misma admiración que Mozart.
Publicó su primera composición con once años, y las críticas fueron muy buenas, augurando la figura de un gran compositor.
Cuando Beethoven tenía 17 años le ocurrieron unos cuantos sucesos que le cambiarían la vida. En un viaje a Viena tuvo un fugaz encuentro con Mozart, que por entonces era el compositor más famoso del mundo. La leyenda dice que Mozart habría dicho de él:
«Recuerden su nombre, este joven hará hablar al mundo». Al poco tiempo su madre enfermó gravemente y murió, y su padre fue encarcelado por sus problemas con el alcohol. Como Ludwig era el hermano mayor, tuvo que hacerse cargo de sus jóvenes hermanos y se vio obligado a mantenerlos, tocando el violín en una orquesta y dando clases de piano. Su padre siguió preso hasta que falleció cinco años más tarde. Después, y gracias a las ayudas económicas de sus mecenas (personas ricas que patrocinaban económicamente a los artistas para que puedan dedicarse a su arte), Beethoven volvió a Viena, donde pasaría el resto de su vida componiendo.
Su música gustó a los personajes más ricos e influyentes de Viena, que se convirtieron también en sus mecenas. Entre otras actividades musicales, se dedicó a dar clase de piano a las jóvenes aristócratas. Con alguna de ellas mantuvo romances esporádicos, pero ninguna de aquellas relaciones perduró, debido a su insoportable carácter. Aunque nunca llegó a casarse, tuvo muchos romances, y bastantes desengaños amorosos.
Con 31 años Beethoven comenzó a confesarse preocupado por la sordera que, desde hacía varios años, sufría en silencio. Esta enorme preocupación y sus continuos desengaños amorosos le sumieron en una profunda tristeza e hicieron que cada vez apareciera menos en público y se dedicara casi exclusivamente a componer. Su sufrimiento fue tan grande que incluso llegó a plantearse el suicidio. Beethoven, triste y solitario, ya no estaba tan a gusto como antes en Viena y, ante el temor de que se marchara a otra ciudad, algunos ricos admiradores le concedieron una generosa pensión vitalicia (un sueldo para toda la vida) a cambio de que prometiera quedarse en aquella ciudad. Dicha pensión lo convirtió en el primer artista y compositor independiente de la historia, ya que anteriormente los músicos y compositores (incluso los más famosos) eran sirvientes en las casas de la aristocracia, formando parte de su personal doméstico y componiendo e interpretando según el capricho de sus amos. En cambio, las condiciones del arreglo al que llegó Beethoven con sus benefactores daban libertad al compositor para componer lo que él quisiera y cuando él quisiera. Pero años después, tras la muerte de alguno de estos admiradores, Beethoven dejaría de percibir esta pensión y volvería a tener problemas económicos, aunque jamás perdería su enorme fama y la admiración del público.
Cuando murió el hermano de Beethoven, éste asumió la custodia de su sobrino Karl, al que pretendió educar en el arte de la música. Pero Karl no tenía aptitudes musicales y todos los esfuerzos de Beethoven para hacer que tocase el piano fueron en vano. La relación entre tío y sobrino nunca fue buena, y en no pocas ocasiones Beethoven dejó de componer y de entregar los trabajos que tenía apalabrados con los editores por culpa de los disgustos que le daba su sobrino. Esto hizo que cada vez se le hicieran menos encargos, o que se le pagara menos dinero por ellos, por lo que se volvieron a agravar sus problemas económicos.
Beethoven pasó los últimos años de su vida casi totalmente aislado por la sordera, y relacionándose solamente con algunos de sus amigos a través de los "cuadernos de conversación", que le sirvieron como medio de comunicación. Eran unos cuadernillos donde la gente le escribía las respuestas a sus conversaciones y que, gracias a los muchos que aún se conservan, nos han servido para conocer muchos detalles profundos de su vida. En su desesperación por no poder escuchar lo que componía o las conversaciones con los demás, probó toda clase de artilugios que un inventor amigo suyo le fabricaba, como trompetillas acústicas, o sistemas para captar el sonido y dirigirlo hacia sus oídos.
La Sinfonía n.o 9 en re menor, conocida también como "Coral", es la última sinfonía completa de Beethoven (llegaría a comenzar una décima, pero nunca la terminó). Es una de las obras más trascendentales, importantes y populares de toda la música clásica, y también de toda la música y del arte. Su último movimiento es un final coral sorprendentemente inusual en su época, ya que es la primera vez que un coro interviene durante una sinfonía.
Beethoven quería transmitir sus propósitos de fraternidad universal, por lo que compuso esta sinfonía inspirándose en el poema de Friedrich Schiller titulado An die Freude (A la Alegría), y conocido como Oda a la alegría. Una adaptación de esta sinfonía, realizada por el famosísimo director de orquesta Herbert von Karajan es, desde 1972, el himno de la Unión Europea. Otra curiosidad acerca de esta obra es que la duración elegida para los primeros Compact Disc (CD) fabricados por SONY fue de 74 minutos para que pudiera grabarse en ellos la sinfonía completa, ya que esa es su duración (aunque realmente la duración depende del tempo al que dirija el director de la orquesta).
Su estreno fue en Viena y, como aquella era la primera aparición en escena de Beethoven después de doce años, la sala estuvo llena. Nadie quiso perderse el estreno de la sinfonía y la que se presumía sería la última aparición pública del genio alemán. Y así fue: durante los tres años siguientes se recluyó en casa aquejado de diversas enfermedades que lo postraron hasta su muerte. A su entierro acudieron varias personalidades y más de 20.000 personas, lo que nos da una idea de su enorme fama (no como otros compositores que murieron sin apenas reconocimiento). Durante la ceremonia se interpretó la Misa de Réquiem de Mozart.
Beethoven introdujo profundos cambios musicales, entre los que destacan la búsqueda de una mayor expresividad, el uso de instrumentos que no formaban parte de la orquesta (con lo que se amplió la orquesta), o interesantes innovaciones armónicas. Es por ello que se le considera responsable de la transición del Clasicismo musical hacia el Romanticismo.